Después de cinco días de intensos combates a lo largo de su frontera en disputa, Tailandia y Camboya han acordado un alto el fuego inmediato e incondicional. El conflicto, centrado en antiguos sitios de templos y territorio no demarcado, resultó en al menos 30 muertes y obligó a más de 300,000 personas a huir de sus hogares. La presión internacional, incluida la intervención de Estados Unidos y Malasia, desempeñó un papel clave en la mediación del alto el fuego. A pesar del alto el fuego, ambas partes se han acusado mutuamente de violaciones, lo que plantea preocupaciones sobre la durabilidad del alto el fuego. La crisis ha destacado las tensiones históricas de larga data y los costos económicos y humanitarios de la violencia renovada en la región.
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